viernes, 20 de febrero de 2009

No hay dos sin tres, ni cinco sin seis

Un año. Un año reinventándome, un año poniéndome las cosas en claro, un año encauzando mi vida. En verano, al fin lo tenía todo controlado y encaminado. Curro, estudios, sitio donde vivir, saneando mi economía, estabilidad emocional, estabilidad mental... Empecé el curso súper bien, incluso creí que podía con el cole y el curro, iba agotada, me dormía en todas las fiestas, pero durante el día tenía energía suficiente como para parar un tren. Aunque me agobiaba la falta de tiempo para poder pasar los apuntes, mirarme los que me pasaban, para las cosas de la casa... Pero conseguía mantener un equilibrio mínimo.

Pero en un mes y medio, la cosa se torció. Mi sitio donde vivir, se iba al carajo. Busca, haz números, intenta encontrar a alguien con el que compartir tu vida, pero sobretodo, encuentra ya un sitio, y un sitio que te guste, que no te ahogue económicamente, que te permita tener tiempo porque estás cerca de los tuyos, cerca del colegio, bien comunicado con el trabajo y bien comunicado con el mundo en general. A la vez, desmonta todo tu piso. Tuve que echar el freno y dejar de lado el colegio. Los problemas soy capaz de afrontarlos y superarlos, pero uno a uno. La situación me superaba por momentos. Todo era un atraco, o en el culo del mundo, o un zulo, o había que arreglarlo, y el tiempo corría, y yo tenía que salir ya. Y el no saber si tendría donde caer rendida en un mes, en tres semanas, en medio mes... Cada vez estaba más nerviosa. A casa de mis padres no pensaba volver ni en pintura. Conseguí salir de ahí, por una serie de razones, y no pensaba volver. Y si con 21 años estaba mal en casa, mi padre y yo nos peleábamos constantemente y me coartaba en muchísimos aspectos de mi vida, ahora, acostumbrada tres años después a valerme por mi misma, a ponerme yo mis límites, sin dar explicaciones a nadie de cuando salgo ni entro ni porqué, yo sabía que volver, implicaría pegarnos un tiro a la semana. Y no era algo que quiera para la salud de mi padre. Ni para la mía. Pero sobre todo para la suya.

Y cuando ya casi lo tenía, a dos días de firmar, mis nervios reventaron. Pero seguí. Conseguí el piso que me gustaba. Conseguí llevármelo todo. Conseguí montar lo más básico. Conseguí más o menos organizarlo.

Pero en el camino, una de las partes más importantes de mi vida, me superó. Mi estabilidad emocional dijo basta. Como digo, soy capaz de afrontar y superar los problemas, pero de uno en uno. Me centro en el más importante, y el resto, los veo y soy consciente de ellos, pero cuando controle uno me pongo con el otro. Y una vez controlado el tema vivienda, mi sistema emocional estaba harto de tener que equilibrarse solo, de dejar de dar importancia a cosas que la tenían por el bien de su estabilidad. Y reventó.

La mejor semana de mi vida. Estaba a medio camino de las dos casas, sin encontrar nada, hecha una mierda, con las emociones a flor de piel, susceptible, intranquila, destrozada. Y para más inri, la semana de mayor trabajo y estrés en el trabajo, con un ambiente enraizado por el estrés, con puntillas y borderías por nervios superados. Y teniendo que aguantar a la familia que no quiero ver ni en pintura y que me había provocado la mayor parte del estrés de todo el año. Y ahí estaba yo, intentando ser una estatua impertérrita, una estatua de hielo a la que nada afecta. Y sin embargo, a base de tranquilizantes y valerianas por las noches. Sola con mi Draki, en una casa todavía extraña, con ruidos que todavía no sabía reconocer.



Hasta que un amigo no me dejó ser una estatua impertérrita de hielo y me hizo sacar parte de lo que llevaba, y me cuidó y me calmó. Gracias a él, dejé los tranquilizantes y me quedé sólo con las valerianas.

Pero aunque no lo creyera, mi estabilidad emocional aún podía acabar peor. Y así lo hizo. Un mes. Un mes a la espera de un examen. Un mes con los nervios a flor de piel. Un mes con aparente tranquilidad que no lo era. Un mes callando y tragando. Un mes al borde del ataque de nervios más veces de las que me hubiera gustado. Y cuando al fin llegó el examen... Ese día, el mismo día en que mi mejor amiga abría al fin su tienda, y en que se hacía el examen, esa tarde, fue mi última tarde en el trabajo.

Mi trabajo a tomar por culo, gracias a la crisis y el temor que le tiene la gente. Sabía que llegaría tarde o temprano, pero llegó antes de lo que esperaba gracias a los bancos. Fuera como fuese, yo estaba recién independizada, sola, y sin trabajo. Y con un módulo a medias.

Todo por lo que me había peleado, todo lo que había conseguido, se había ido a tomar viento fresco. Mi planing del año (estudiar, currar y ahorrar) se había ido al garete en cuestión de un mes de empezar el planing. Corriendo y a trompicones había tenido que volver a decidir mi vida, a encauzarla, y cuando parecía arreglada, otra vez me llevaba otra hostia.

Y ahora, aquí estoy, 4 meses después de la primera hostia, sopesando que hacer con mi vida. Intentando acertar con las decisiones. Intentando no dejarme influir por un negativismo que nunca me he dejado tener. Pero temiendo que si hago lo que quiero en vez de lo que debo, acabe mucho peor. Que todo se derrumbe. Que todo se vaya a la mierda, yo a la calle y sin un duro. Sé que puedo, pero no sé si puedo con una cadena. No sé si mis nervios lo seguirán aguantando.



Tengo la maravillosa suerte de tener a mi alrededor una serie de personas que me apoyan y me cuidan. Pero no sé si soy capaz de poder con ello, o me acabaré de derrumbar por el camino. Es decir. Sé que puedo. Pero no sé si esta vez seré capaz de quitarme la negatividad de encima y ponerme a luchar contra viento y marea, sin importarme cuántas embestidas más me quedan de camino. Sé que sólo necesito eso. Sé que en cuanto me ponga podré con todo. Porque es lo que siempre he hecho. Lo único que me falta, es verme ahí.

Este es el post más claro que he escrito en la historia de mi blog. Es la vez que más me he abierto, que no he escrito con metáforas ni guardándome las cosas más importantes y que más me afectan para mí. Este blog lo he utilizado siempre como vía de desahogo, pero siempre he sido consciente de que no sólo a la gente que le contaría mis cosas lo lee. Por eso siempre he escrito así. Porque si no se lo cuento a quien más confío, no lo voy a publicar en la web. Escribía para mí, y para nadie más. Pero esta vez no he sido capaz de escribir así. Necesitaba escribir claro para verlo yo claro. Necesitaba demostrarme que realmente empiezo a confiar más en la gente, y que soy capaz de no vivir con una máscara permanente en la cara. No he escrito prácticamente más que situaciones y pocas emociones. Pero es suficiente para partir. Suficiente para empezar el nuevo (y espero que definitivo) camino. Porque no hay dos sin tres, ni cinco sin seis. Y vendrán más. Pero ahí estaremos, cual estatuas impertérritas esperándole para blandir contra ellos. Pero no de hielo, que el hielo se derrite.



Por el momento, me cojo vacaciones. Que nos vamos a Hamburgo, Brodel! Porque yo lo valgo y me lo he ganado.

Gracias a los que tengo al lado. Gracias a mi nene, por intentar cada día ser mejor persona, por hacerme sentir orgullosa, por placarme y no dejarme. Gracias a mi nena, por estar día a día ahí, por contar conmigo y por hacerme ver lo que soy y lo que puedo ser. Gracias al Roji por no dejarme cerrar compuertas y aguantarme todo un mes y hacerme ver que necesito unas vacaciones, aunque al final no las cogiera y tuviera que aguantarme más. Gracias a mi autista preferido, por estar ahí al otro lado del ordenador cuando más lo necesito. Por escucharme mis pataletas durante tanto tiempo, y por decir las palabras clave en el momento perfecto. Gracias a mi niña madrileña, por estar ahí y saber que la tengo al lado en cuanto la necesite, por darme mi margen de cuerda pero no soltarla. Gracias a mi niña edulcorada, por hacerme sentir fuerte y hacer que vea que realmente no es que lo sienta, es que lo soy. Y gracias a mi familia, porque sin ellos, no sería quien soy ni estaría donde estoy.

Y gracias a mí, porque coño, yo lo valgo xD