Habia una vez una niñita rubia, que quería hacer amigos. Tenia un pelo y una cara casi angelical. Era pequeñita de cuerpo, y, en invierno, siempre que podía, llevaba su vestido preferido, azul eléctrico, de manga larga, con una falda acampanada. Solía llevarlo con unos leotardos que le protegían del frío, de rayas onduladas de colores chillones. Lo aconjuntaba con unos zapatitos azulitos de charol, que brillaban con la luz, y con un lacito azul, también, que le mantenían su largo pelo a media espalda en su sitio.
A ella le encantaba hacer amigos. En el vestido tenia un gran bolsillo a la altura de la barriga con un gran sol. Siempre llevaba el bolsillo lleno de caramelos de todos los sabores.
Y siempre ofrecía caramelos a todo el mundo. Te miraba, y te lo ofrecía, con una gran sonrisa. Porque siempre, siempre sonreía. Le sonreía a todo el mundo.
Incluso a los que no le veian.
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