Había una vez, allí en un lugar perdido entre la fantasía, un osito sin sonrisa. Siempre estaba solo, y no la necesitaba. Se le fué hacia mucho, no sabía como ni donde. Hacia ya tanto, que no recordaba como era. Pero tampoco creía necesitarla. Tenía algunos amigos, pero no creía que le hicieran falta. Creia fervorosamente que él podría con todo lo que le sucediera. Le gustaba tenerlos, y hablaba con ellos, compartía gustos... Y estaba allí para ellos. Sabía que él sí era necesitado. Sobretodo, y aunque no lo creyera, era muy importante para un pequeño gato loco. Sin darse cuenta, le ayudaba a mantenerse cuerdo, a estar tranquilo... A no tener miedo. No sabía como, sabía calmarlo. El pequeño gato confiaba mucho en él, y le quería muchísimo.
El gato estaba loco, pero había mucha cordura en él. Una parte de esa locura, era mucho optimismo y alegría. Algo que a veces exasperaba al osito. Él no era así. Y el gatito inentaba hacerle reir, intantaba hacerle hablar, intentaba hacerle un poquito feliz, pero eso al osito le exasperaba. Pero el gato era muy tozudo, e intentaba seguir a su lado pese a que le echara de ahí. Seguía intentando mantenerse al lado, intenando hacerse su huequecillo, intentaba hacerle la misma compañía que le hacía a él, intentando cuidarlo como le cuidaba él. Pero no porque él lo hubiera echo antes y quisiera "devolverle el favor", sino porque, simplemente, quería verle sonreir. Como él sabia que habia sonreido alguna vez. Simplemente, quería verle la sonrisa en sus labios, y verle reir otra vez de verdad.
Y llegó la Navidad. El frío había ido llegando poco a poco. En octubre ya hacía un frío indeterminado pero asqueroso, que si te ponias guantes tenias calor, pero sin ellos se te quedaban las manos frías. Y dos meses despues, que era ya, los árboles estaban helados, la nieve cubría los pasos dados, todo lo cubría un manto blanco.
El osito sin sonrisa, seguía sin sonreír. Y el pequeño gatito, encontró una sonrisa que estaba perdida.
- ¿Porque estás aquí, sonrisa?
- Mi dueño hace mucho que me perdió, y no sé volverlo a encontrar. Pero hace tanto, que ya no podría reconocerle... - Decía la sonrisa triste.
- Si quieres... Yo tengo un amigo que no tiene sonrisa. Es un osito que hace mucho que la perdió... ¿Te importaría si te regalo como regalo de Navidad? Creo que eres lo mejor que le podría regalar...
- ¡Claro! Estaré encantada de ser su nueva sonrisa ^^
Y así, envolvió la sonrisa en una caja con un pequeño lazo lila, y se la regaló al osito. Éste, cuando la vió, no supo que cara poner. Le había gustado el detalle, pero no le gustaba que le forzaran. Ni a sonreír, ni a dar un beso, ni un abrazo... Y el gatito, muchas veces, le había pedido un beso o un abrazo, o que sonriera. No le forzaba, pero lo pedía. Pero la sonrisa, le miraba desde la caja... Miró al gatito, que estaba con mirada expectante... No estaba muy seguro de como le iba a sentar que le regalara una cosa así... Y volvió a mirar a la sonrisa... Mira que era pesado, el gato de las narices, siempre al lado... Intentando hacerle sonreir, intentando hacerle hablar, intentando no sabía muy bien el qué ni porqué... "Bueno - pensó - ¿y que más da? ¿Porqué no?"
Y el gatito, le cosió la sonrisa, y el osito, le agradeció el regalo con una sonrisa. Que aunque no era suya, era sincera.
Poco a poco, el osito y la sonrisa se hicieron amigos... Al principio, la sonrisa le obligaba a sonreir al osito... Pero poco a poco, el osito recordó lo que era sonreir, lo que era reir de verdad... Y empezó a hacerlo él, sin ayuda de nadie...
Y un día, el osito volvió a sonreir a la gente. Y ese, fué el mejor regalo de Navidad que el pequeño gato loco, que un día, regaló una sonrisa al osito sin sonrisa, podía recibir.
1 comentario:
Si es que hay gatos que si no existieran habría que inventarlos, aunque a veces metan la zarpa hasta el fondo con su mejor intención... pero es navidad, y por navidad todas las sonrisas son deseadas, incluso las cosidas, no?
un beso pegado :P
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